El viaje de los ánimos

Abres la ventanilla y miras el paisaje

La otra noche

La otra noche, Javier se levantó agitado, sintió en el pecho un dolor extraño, se levantó la remera y lo vió.

-Hola – Le dijo

-Hola – Respondió.

El enano salió de su pecho y se sentó en el borde de la cama, llevaba puesto un pantalón pescador, unas botas Nike negras y una remera de los piojos con fosforescencia.

-Qué hacés – le dijo con tono indiferente

-Acá, tratando de dormir porque mañana tengo un día… (la información de lo que había ocurrido llegó en ese instante a su cerebro)- ¿Cómo qué hacés?¿De dónde saliste?-

-Que pregunta inteligente loco eh

-¿No vas a responderme?

-Estoy un poco cansado. Che, podrías engordar un poco, ni un enano entra ahí, ¿No tenés una Coca Cola light? Esta no es manera de tratar a la visita.

-Qué visita, salí ya de acá, va a venir mi novia en cualquier momento y no quiero que te vea

-¿Laura viene para acá?- Se peina el pelo ondulado y negro, que le llega a los hombros-.

-¿Vos conocés a Laura?

-Y… hay momentos que la puedo ver, depende de la posición que ensayen, linda piba che!- Suspira.

-Te vas por favor, me vas a arruinar la noche.

-¿Podría pegarme un baño antes?, es un asco ahí adentro, el otro día le di una barrida, pero junta mucha pelusa.

-Dale, rápido, pero no usés mis toallas.

-Tengo que decir que estoy muy disconforme con como tratan a las visitas en esta casa.

-Apurate por favor que va a llegar Laura.

-Laaaauuuura!!!- Suspira mientras entra al baño.

En ese momento suena el timbre.

-Noooo, no puede ser, llegó antes, por qué tenía que pasarme esto a mí, justo hoy que tratamos de reconciliarnos.

Bajó a abrirle e intentó decirle de salir a tomar algo, pero ella no quiso, se puso nerviosa y creyó que él le estaba mintiendo, que tenía una mujer en el departamento. Él no pudo convencerla, entonces subieron. Cuando entraron, Laura no notó el vapor que salía del baño, su actitud de celos no se correspondía con su nivel de observación. Enseguida, ella se abalanzó sobre él y cayeron juntos en la cama. Él ya se había olvidado de la real situación que estaba viviendo y se dejó llevar. Desnudos y entrelazados en sus instintos, no notaron que el enano había salido del baño, con una toalla en la cabeza sosteniendo su larga cabellera y otra anudada en su cintura.

-Hola Laura- Dijo con total soltura.

Laura saltó horrorizada de la cama y se tapó con las sábanas, que formaban un transparente velo entre sus piernas.

-¿Invitaste a un amigo sabiendo que yo venía?

-Yo no lo invité, y no es un amigo.

-¿Perdón?- Dice el enano con tono ofendido- Pueden tener esta conversación en otro momento, ahora estoy cansado y todavía tengo que armar la cama, esto está hecho un desastre.

-Siempre le digo eso, yo no sé que espera para limpiar un poco- Dice Laura, ahora comprensiva.

-¿Perdón? Replica él.

-Es que así es muy difícil vivir con vos, tan desordenado- Dice el enano.

-Rajá de mi casa- Lo agarra del hombro y lo empieza a empujar.

-Soltá bruto, me lastimás.

-Soltalo bruto- Grita Laura- que él tiene razón, vivir con vos es imposible, yo no sé como pude pensar que todavía había una chance entre nosotros, creí que con el amor era suficiente, pero es mentira, tenemos que tener más cosas en común y ver la vida de la misma manera. Después de todo, en el mundo existen guerras entre países hermanos por este tipo de situaciones, hoy es por el desorden, mañana es porque no tenés espacio en el armario, pasado mañana, te la pasas viendo fútbol y programas con chicas desnudas, no me soportás, le pegas a tus hijos, te denuncio y nos matas a todos. No, si ahora lo tengo claro-

El enano mira y asiente, de vez en cuanto suelta un “tiene razón” y lo mira con rabia a él.

– Por eso, es mejor que me vaya y nunca más volvamos a vernos. Te quise mucho, pero es hora de dejar de lado el amor y ver las cosas más pragmáticamente y este enano me ayudó a hacerlo. Chau amor, espero que seas muy feliz y que vos pretendas lo mismo de mí- Le da un beso en la frente y sale.

Él se quedó completamente mudo durante toda esta escena, cuando Laura se fue, su cabeza se quedó mirando al enano, que con mucha tranquilidad le dijo.

-No te preocupes, yo no te voy a dejar, entre los dos te vamos a convertir en un hombre hecho y derecho. Le hizo una seña, un guiño.

Él lo miró, luego se acostó y antes de dormirse, con una lágrima que caía espesa por su cara, levantó su remera y apretó los dientes.

El comienzo es el principio

Prólogo:

–          Llegaremos esta noche, dijo el interno
–          Si, pero las emboscadas pueden multiplicarse, respondió el otro.
–          ¿Multiplicarse por qué?
–          Por nada.
–          Entonces no las habrá porque lo que se multiplica por nada da siempre nada.
–          Me asusta usted. ¿dónde aprendió eso?
–          En este cuento…

 El otoño en Pekin, Boris Vian

 

Introducción

Quiero comenzar abriendo el paraguas, ya que este intento de introducción está siendo escrito en la Asociación «Creemos en Todas las Idioteces del Mundo » y cada vez que lo hago gritan como enajenados en un cubo de cristal a punto de llenarse de agua. Quiero comenzar, en resumen, describiendo mi estado de humor aquél día de mayo de 1939 en que Dorian (muchacho pintoresco si los hay) se acercó a mi estudio particular, ya que no tiene paredes y más bien se parece mucho a un baño de la estación ferroviaria de Nueva York, una propuesta de trabajo en la British Comittee of War de Londres. Más precisamente en la Bureau de la Communication de los países aliados o alienados mucho no entendí lo que Dorian me dijo, ya que tenía la costumbre de no tener dientes y no pronunciar casi ninguna palabra sin escupir una baba espesa en la que se podía distinguir alguna de las letras que tampoco podía decir.

Mientras muestro mis calzones rojos a las alarmadas mujeres de la asociación que antes mencioné, reflexiono acerca de mi viaje y mi estadía en Londres. Lo único que me queda por advertirles, inexpertos pero inteligentes lectores es: no me malinterpreten, soy hincha de Quilmes, me depilo por deporte y me rapo por gusto, nada de eso debe parecer tendencioso y poco objetivo.

Uno que ya tiene muchos viajes encima sabe cada paso que debe dar y cómo manejar los tiempos. Yo, que nunca antes viajé, perdí doce vuelos seguidos por llegar tarde. Once de las doce veces había olvidado la mitad de mi ropa; seis veces mis lentes, cinco veces los pasajes, y cuatro fueron las veces que olvidé la tabla del dos estando en la escuela primaria de Filadefia,  lugar gracias al cual Tom Hanks contrajo el SIDA y ganó un Oscar debido a  ello. Suertudo. Pero la decimotercera vez logré mi cometido. Y me embarqué en avión hacia mi destino.

La sexta noche, mientras bebía un margarita en una playa de Bahamas, me di cuenta de que me había equivocado de vuelo. Aún así terminé mi bebida, subí mis pantalones, y esta vez si, llegué a Londres dieciocho días, cuatro horas y veintisiete minutos tarde, no sin antes dejarle al piloto una generosa propina de siete Dólares por su notable actuación en ¿Y dónde está el piloto? La uno, porque la segunda ya mucho no me piacce.

Fue entonces que un 12 de octubre de 1492 Colón llegó a América, que extrañamente ya tenía el nombre de alguien que llegó después, pero eso mucho no importa. Algunos años más tarde, ironía de la historia, un 23 de abril de 1939 me presenté ante mi jefe de la British Comittee of War y me explicó bien en detalles la ley del offside y el motivo de mi estancia en esa bella capital Británica.

Para ser sintético, la situación era la siguiente: Heil Hitler, el furor de Alemania, nació con el apellido de Sehickelgruber, pero pronto lo superó. No pudo en cambio superar otras tendencias como las de empezar guerras y dejar sin afeitar el labio superior, que a diferencia del flequillo de los Beatles, nadie quiso copiar.  Mi misión: elaborar una estrategia de comunicación que una a los países aliados en los mismos valores morales oponiéndome a la ideología nazi y al genocidio. Enseguida puse mi corazón y mi hidalguía en un cajón de mi mesa de luz y quise huir desesperadamente. Pero me frenaron a tiempo y con un discursito demagogo me convencieron fácilmente. En pocas horas me puse manos a la obra.

Afiche Nº 1

Comenzar un trabajo desde la ignorancia puede ser cómodo en caso de ser uno el ignorante, pero también puede ser esclarecedor cuando de creatividad se trata. Como dicen, no hay ser más creativo que un niño, y no hay mal que por bien no venga, pero esto de las multiplicaciones entre palabras nunca llegan a un resultado positivo (ver prólogo).

Puedo comenzar, sin embargo, por los datos que ya sé del nazismo, por ejemplo: no se trata de nazos puntiagudos y filosos que achuran a la gente sin ton ni son. No, más bien es una infernal máquina aceitada de lavar cerebros alemanes contra el mundo, una atroz ametralladora propagandística capaz de hacer quedar al perro de Pavlov como un maldito genio pensante e independiente. Ahora hablemos un poco de nuestro amigo de apellido difícil, Adolfito Hitler, prejuicioso como pueblerino Yanqui, violento como Rocky IV, más rápido que un avión y menos introvertido que Clark Kent cuando le tiene ganas a Luisa. El objetivo: la manipulación de las masas, no las de la Confiteria París de calle siete, sino las masas de alemanes que preparadas a punto de ebullición, absorben un mensaje plagado de luces  y fantasías subliminales, colores e insignias cargadas de superioridad, perfección y venganza. Sangre + sangre + sangre = morcilla de gente quemada en campos de concentración. Judíos perseguidos por todo el este de Europa. Austria en 1942 no presenta equipo para el mundial porque todos habían sido asfixiados con gas por perder un amistoso ante Bélgica. Mientras, en otros países, analizan la posibilidad de analizar la posibilidad de algún análisis, pero la guerra comienza y cuando despiertan, ya tienen un alemán hurgando de su heladera.

Esta pequeña reflexión, que a ustedes les llevó apenas algunos minutos leer, me retuvo en mi pieza del Soho durante tres días y dos semanas, aproximadamente. Tuvieron que derribar la puerta y despertarme de un letargo casi mortal. Había dejado, una vez más, la llave del gas abierta. Fue un milagro que todavía siga con vida. Así como es un milagro también que no haya muerto. Pero un profesor un día me dijo: » Querido amigo, el orden de los factores no altera el resultado”, mientras se bajaba los pantalones.  Aún sigo pensando en aquélla frase, y aún sigo dejando la llave del gas abierta. Será el destino. El tema es que me reprendieron por no haberme presentado en la oficina durante ese tiempo. Argüí inteligentemente, que mi falta se debía a un arduo trabajo que estaba realizando y que en breve estaría terminado. El hombrecillo me miró conforme, luego escupió espesamente en mi cara, luego me pidió disculpas y por último me tendió en la mano una pequeña carga eléctrica. El muy bromista.

Tuve que empezar a trabajar con urgencia, el deber me lo imponía, y una manga de ingleses locos también. Lo que no saben, es que ya cuento con un material importante para la realización del primer afiche político aliado. A continuación tendrán el privilegio de ver una verdadera obra de arte.

Afiche Nº2

La ardua tarea del comienzo estaba superada, como habrán visto, estoy dotado de un talento incomparable, de una elocuencia magistral, y de una ortografía detestable.

Leyendo el diario, me encuentro con una noticia realmente impactante, La prima de riesgo Berlín seguía subiendo, el ministro Eisenhower manda las fuerzas angloamericanas desembarcar en Marruecos y Argelia, Homero se convierte en astronauta y una colonia de hormigas japonesas descubre la clonación de palitos para cargar en el lomo. Mientras, en Italia, los aliados guiados por mi afiche, descendieron en Sicilia en el mes de Verne o de Julio, no sé bien. Lo que si sé es que un golpe de estado depuso a Mussolini quien cayó prisionero en el mismo instante que se tatuaba la frase » Va pensiero per la cañería del inodoro». El partido Fascista se disuelve, pero sólo en los libros, muchos Benitos deambulan por el mundo con sus cortas ideas de ultra- nacionalismo. Yo prefiero admirar el arte de Gaudí mientras fumo un Galois negro sin filtro. Miren cómo será la cosa en tiempos de guerra que el bigotón invade Italia, libera a su amicci Mussolini, los aliados abren fuego en ese país, los alemanes también y los tanos, pobres, quedan como salamín de Milán picado grueso. Es más, creo que de allí proviene su mítico nombre.

Con todo este extraño panorama que los diarios imprimían y borraban con cada amanecer, mi tarea de comunicador visual se veía amenazada. Esperaba ansioso que varios participantes se bajaran de los cañones para poder concentrarme en quién era realmente el enemigo público número uno, que no era solamente Hitler en ese confuso momento.

Respiré casi hondo por mi problema de asma, me puse los pantalones ajustados para ayudarme a pensar y comencé a realizar el segundo afiche de mi repertorio en esta ciudad plagada de lluvia y húmedo smog. Cuando en noviembre de ese mismo año los alemanes comienzan su expansión en Francia, la contienda se clarificó, los objetivos militares de Adolfito no eran joda. Había que actuar y eso hice. Esa tarde llame a Dorian para ver cómo andaba, pero no contestó. Temí por su vida, el pobre no tenía dientes pero era ciego y eso es un peligro cuando uno tiene la mala suerte de nacer sin una oreja, medio sordo y conseguir trabajo en la estación ferroviaria más peligrosa del mundo después, según me dijeron, la de Lomas de Zamora en Argentina.

Afiche Nº3

Hace meses que estoy en Londres, visité cada pub, centro nocturno y club del centro y la periferia, comí cuanta porquería me ofrecieron y a veces creo que hasta besé a una oficial de policía, pero nunca hasta este momento, me había detenido a pensar qué era realmente lo que estaba haciendo allí.

Llame a mi jefe en la  Comisión y le pregunté. Hora y media más tarde lo tenía encima mío a golpes en el estómago. Me trató de nazi, Fascista, Zarista, Leninista, Stalinista, Social Demócrata y miembro honorario de la Green Peace. Lo tomé del cuello y lo alejé, aprovechando que mis brazos eran más largos que los de él. Se resintió porque yo le dije que era un inglés feo y que se parecía a la madre de Churchil después de la lobotomía, él comenzó a insultarme en ucraniano, pero capté entre sus balbuceos una palabra que me irritó hasta la médula. Algo así como que mi país era el mejor del mundo, yo no lo toleré, un inglés chupamedias era lo que me faltaba en esta eterna peregrinación por las islas británicas, en medio de una guerra que no comprendía pero en la cual estaba metido.

Por mi país, y mi amigo Dorian, al que había capturado la Gestapo por vincularlo con el espionaje mediante los sorbetes para discapacitados. Por él realicé el tercer afiche, por mi patria y el dulce de leche, por las vacas y los Estados Unidos. Por la libertad y por los productos que no cambian sin importar el lugar en que se encuentren. Pero por encima de todo por mi perro Arturo, al que le debo la vida, por mi jefe, quien me debe su propia muerte y para culminar por mí. Que esté donde esté como producto de algo, siempre obtengo el mismo resultado: 0

Fin

Perdón: el tercer afiche lo verán a continuación.

El deber

Cuando miré a través de la mirilla de mi puerta, y vi que el pasillo era yo, retrocedí asustado. Pero la tarde aburrida me arrojaba al peligro, fijado en mi, en la vida que adentro esperaba, decidí y dictaminé que esa mirilla era un deber. Una responsabilidad que debía afrontar. Asomé el ojo, pegándolo al frío metal, y la mirilla me devolvió la anterior imagen, efectivamente, el pasillo de mi edificio era yo. Un Yo adaptado a las necesidades particulares que un pasillo debe corresponder para con el resto del edificio. Debo confesar, sin falsa modestia, que me sentí muy eficiente como tal, de hecho, nunca me había sentido más útil en la vida. En ese momento alguien salía del ascensor, era mi vecina. Caminó sobre mi con una soltura tan agradable, que espiarla, por así decirlo, desde mi doble posición detrás de la mirilla y como pasillo mismo, me dio algo de pudor. Se alejó por el corredor hasta llegar a su puerta, la cual encontró con total naturalidad, gracias a la nobleza y sinceridad de un pasillo sin curvas ni señales engañosas. Luego sentí el golpe, que culminaba en esta enorme satisfacción de haber cumplido con excelencia y determinación una misión tan importante. Me sentí un guía, una inspiración, el camino al ansiado hogar.

Nada

Estaban sentados, sin nada que decirse, incapaces de construir ficciones que los una, él podría mencionar aquello que vió esta mañana en el centro cuando salió por un poco de pan. Una mujer golpeó a un hombre, le rompió la nariz, pudo sentir cómo el hueso sonoro se dislocaba de su lugar de origen, semejante a una de esas maquinarias que se desencastran de su estructura original y pasan a formar otra, la nariz se había desencajado de su propia cara, supo en ese momento que el ruido formaría parte de esos recuerdos imborrables que se activan cuando menos uno lo espera, sería cuestión de volver a escuchar un sonido similar, para que el cerebro busque, desclasifique y ponga en funcionamiento su mecanismo recordatorio, y esta imagen que ahora está presenciando se repetiría casi involuntariamente. Luego del golpe, el hombre se tomó la cara e insultó a la mujer, aunque con reservas de quedarse algo más lejos esta vez, la gente alrededor miraba con atención, algunos se reían, otros manifestaban su indignación, ése hombre lo merecía, creyó pensar, aunque no estaba seguro. El hecho es que en sus colmadas vidas, ese asunto era sin dudas una saliente manifiesta de su rutina, sin embargo, no reparó en contárselo,  prefirió mirarla en silencio. Con cada sorbo de té resurgía ante el empaño de sus lentes una realidad aparente, que se desvanecía como la humedad provocada por el calor en un vidrio liso.


Hace muchos años, ella había representado arrojos de valentía tales como sacarla de su casa,  y golpear a su padre que se oponía a su relación, seguramente esa chica es esa mujer que tenía ahora en frente, simplemente no la había visto con atención los últimos 17 años, y si no lo había hecho, era porque decidió no verse tampoco a si mismo, quería parecerse a la nada, para que las complicaciones se sumieran en un sin fin de arbitrarias situaciones que se generaban a través de la perspectiva de la realidad, y para ello, era necesario no ver, y el ya no quería ver, quería simplemente tomar el té, frente a su mujer, con la que ya no hablaba, para que el silencio los invite a la nada. Pero entre sus pensamientos, que se alejan de la nada tan solo con proponerse lo contrario, bien sabemos que la nada se logra a través de la nada misma, y no en un progresivo razonamiento que impregne de levedad los hechos de la vida a tal punto de borrarle completa importancia, que para ello es necesario elevarse uno mismo a un estado zen, resultado de profundos pensamientos y meditaciones, que se comprometen y manifiestan en un proceso lleno de problemáticas que poco tienen que ver con la nada. Pero lo real, es que entre ese mundo sumergido de cosas en las que pensar, seguramente atraídos por el silencio de la corteza exterior que los gesta, una palabra se abrió paso de su conciencia para que su boca, su lengua y el complejo núcleo de vientos y cuerdas vocales den sonoridad y forma a una completa frase: “Esto es una mierda”. La pensó o la dijo, no lo supo, esperó, miró a su mujer que lentamente comenzó a articular lo que en definitiva sería una breve composición entre un gesto y una palabra, pero nada, lo había pensado, fue solo un susto. Ella se levantó y mató una mosca, la aplastó contra el vidrió de la ventana, muerte absoluta, así mueren algunos recuerdos, pensó, así murieron los recuerdos entrelazados de manos, besados en sepia, arañados por gatos que teje el olvido, surcando arrugas miserables en las manos, ocultando en sus pliegos los secretos que ya nunca se dirán.

Se levantó por un poco de azúcar y endulzó aun más su té, queriendo que la glucosa serpentee su sangre adormilada, es lo que hacia siempre, cada día, tomaba su té hasta la mitad y luego se levantaba, haciendo sonar la silla que carraspeaba el piso formando un riel de un millón de repeticiones, que lejos de representar un viaje, componía un vaivén chirriante que enloquecía a su mujer. Tomó el último sorbo y fue a la ducha, porque era domingo, día de ducha, abrió el agua que con una lluvia débil salpicaba su cara antigua, y no dejaba de pensar en matarla, ni bien terminado su baño iría a la cocina y la golpearía hasta quitarle el último respiro, con la brutalidad que sus pensamientos le pedían, le imploraban, bajo ese aspecto tranquilo y resuelto, terminaría de una vez por todas con la nada, para hacer de su vida, un todo, un propósito, matarla y entregarse, ser libre, llamar inmediatamente a la policía para decir lo que había hecho, para alejarse de todo y comenzar una nueva vida, cerró los ojos, el agua escurriendo en su boca, el agua goteando de las manos, sintió el cuerpo ingrávido cuando el mecanismo recordatorio se activó, vino desde la calle, corrió doblando la esquina, pasó por delante de la panadería y se paró en la vereda, el hombre que se tomaba su nariz rota, la gente que se reía, él mismo que miraba la escena. Había escuchado aquel ruido otra vez, el hueso sonoro que se disloca, los pies de su esposa en la ciénaga horizontal de sus ojos, el tarro de azúcar, el té, la muerte absoluta. 

– Esto es una mierda – Dijo él.

– Era – Respondió ella.

Ondas

La esperó en un bar, sin conocerla. Aunque eran amantes hace años, nunca antes la había visto. El humo desintegró la materia de la que estaban compuestos, quebró la imagen en el cuadro que formaban vistos detrás de la barra, los dos sentados, mirándose sin hablar, esperando que el humo se disipe para mirarse por primera vez. Se conocían, nunca se habían visto, nunca habían hablado. Pidieron un café, o mejor dicho dos cafés, uno para cada una de sus desconocidas bocas. No digo que no sea extraño, todo ocurre de esta forma, como una película de trama confusa. En este caso los actores son tan reales como sus mentes, como el humo mientras envuelve el aire en cintas pictóricas, como un verso escrito de espectros en el espacio. La escena los lleva a este final, atrapados en sus deseos, no pueden evitar conocerse de nuevo, por primera vez. Como un perro que se muerde la cola, gira la historia entre las tasas de café, y la conversación que presenta a sus voces. Si la mira, la conoce, si oye su voz empieza a olvidarla, hasta que el silencio dibuja sus contornos en la memoria. Ella lo esperaba. Recordó su perfume. Pero no supo quien era. Terminaron el café, él se despidió, se fue del bar para encontrarla, es muy raro, lo sé, pero es lo que esta pasando. Corrió en todas las direcciones al mismo tiempo, notó como la ciudad se encogía, se plegaban las cuadras como una alfombra mal clavada debajo de sus pies. No la encontró. Ella estaba detrás. Corriendo en dirección opuesta para seguirlo de cerca, para tener el encuentro inevitable, para verse nuevamente por primera vez, para elegir conocerse, para tomar café, para enamorarse y perderse.

Para que el amor quede intacto.

Y solo.

La valentía de crear

Formas, experimentos, astucias, pensamientos invertebrados que se arrastran. Novedades inconclusas, certezas que se mienten, soles que mueren sombras. El brillo de una idea. La capacidad de hacerla de todos.

Tomarla por sorpresa, verla venir, construir su sinuosa autopista, conectar lo imprevisible, mezclar los miedos con aventuras, ver crecer un ala, imaginar la otra. Tomar carrera. Escribir el cuento.

Nombrar al viento contra el viento, rastrear su erosión en las rocas, lamer la sal, acariciar el pie en el límite, mover la calma en un susurro. Romper el silencio con un gesto. Gritar tu nombre sobre la hoja en blanco.

Morder el borde que sobra, contraerse con el frío, ver el horizonte en la mesa, su apagado fin y abismo. Caer grave y desarmado, conectar tus continentes, dejar que se busquen y te logren.

Mi propio Funes

Hace algún tiempo, escribí una especie de ensayo sobre los recuerdos. No quiero ahora hacer mención de aquello que creía por entonces como una certeza, sino, por el contrario, dar una nueva interpretación, renegando en forma absoluta de lo dicho y demostrando que las ideas se desvanecen efímeras en la inconsistencia de mi inmadurez, profunda como un océano de infinitos caprichos.

A veces, la personalidad se desgaja en repetidos objetos sin valor, pero que en forma global, se traslucen como una gran virtud. Por supuesto que no es mi caso, yo soy un envoltorio a lunares grises dentro de otro similar, generando una espiral inerte hasta la nada.

Cuando la perspectiva de los años alcanza la realidad absoluta, tan subjetiva como yo u objetiva como una piedra, la forma de las cosas recién comienzan a verse de un modo definido. La verdad, que antes parecía una chapita de cerveza sumida a doblarse ante la menor presión en sus extremos, cobra una fuerza tan inexpugnable que un experimentado doblador de chapitas de cerveza se vería ante la peor de las vergüenzas, la verdadera composición de las ideas.

Los recuerdos tienen en la superficie del cuerpo, la capacidad de activar trampas, esas trampas están traducidas en olores, texturas, colores, sonidos y otros sentidos ocultos, de los cuales no daré cuenta en este relato. Los recuerdos transmiten la idea del miedo y acercan la posibilidad de la muerte. Se mecen como las horas en la noche, con el espesor del minuto que se filtra entre los párpados dormidos. Mi ansiedad, tan poco conocida entre mis amistades e incluso mi familia, fantasea con la idea de morir desangrado por las agujas del tiempo, víboras que succionan el aire y arrugan la piel con su veneno.

Durante meses, intenté retener y desrecordar. Esto significa dos cosas: retener lo que sucede todo el tiempo, tratar de no olvidar nada de lo que va sucediendo en la contemporaneidad del instante. Es decir, que todo lo que sucede debe ser grabado y repetido infinitamente, con el propósito de no olvidar para no recordar; Y desrecordar para intentar no generar nuevos recuerdos, para no hacer que el ejercicio de retener no se vea cada vez más amenazado por la acumulación de repeticiones.

Muy pronto, mi cabeza era un verdadero hervidero de frases, que entrelazadas tejían en la mente un edredón de puntos, sustantivos, órdenes sintácticos, silogismos, sueños, almuerzos, nombres, teléfonos, comerciales, partidos enteros de fútbol, tramas de veredas de los caminos que recorro con frecuencia, saludos, etc, etc. Llegando primero a la conclusión de que la vida es una sucesión de hechos insignificantes preferiblemente olvidables, y finalmente a la total locura. Repetía frases como ésta en las paredes, conjugando en su totalidad, un discurso esquizofrénico que me atormentaba, porque ni bien terminaba de retratarlas, la imagen pictórica del muro generaba otro recuerdo, que debía fotografiar y poner en otro lado, creando una eterna ramificación que comenzaba a ocupar cada rincón de mi casa.

Me di cuenta, que quizás repitiendo todos los días exactamente lo mismo, evitaría sumar algún elemento que inaugurase una parcela extra en mi memoria. Con un orden metafísico, procuré ajustar mi rutina diaria de tal manera que nada saliera de lo ordinario, todos los días me levantaba con precisión a la misma hora, posaba mi pie derecho sobre el suelo, luego el izquierdo, arqueaba mi cuerpo, tomando con la inercia de mi peso el envión suficiente para incorporarme, hacía la cama, con el sentido de los dobleses perfectamente estudiados, lavaba mi dientes, hacia el desayuno. Ya no comía tostadas, cabía la posibilidad de que la presión del gas difiera y queme el pan de modo desparejo. Todas las ocupaciones o tareas que resultasen arriesgadas, en el sentido antes mencionado, eran completamente descartadas, resumiendo mi vida en tres o cuatro tareas por demás sencillas.

Pero nunca tuve en cuenta un detalle fatal, que no sólo echaba por tierra ese intento, sino que aplicaba en mi ya deteriorada psiquis, un elemento decisivo. La vida, tal como la había vivido estos últimos meses, resultaba completamente infernal. Mis principios, por los que había sucumbido a tal reiteración análoga, terminó por consumir mis ganas de existir, enterrándome en una depresión que planteaba en mi cabeza ideas, pensamientos, teorías y en definitiva, millones de recuerdos, imágenes del pasado que se agolpaban hambrientas en busca de luz, que se abrían paso violentas, pujando unas contra otras, como una manada ferviente de manifestantes del subconsciente.

Mi cabeza, a punto de estallar en millones de partículas, tomó una decisión por si misma, atraída por el vértigo de lo infinito, mis piernas respondieron a ella como aquellos perros fieles que ya no me cuidaban, cuando las vi desplazarse, sin mi consentimiento, pude verlos, agazapados en el borde de la cama, metamorfoseando hasta transformarse en mis propios pies, mordiéndose el uno al otro, provocándome un tropiezo final.

Con el vacío en mis ojos, la blancura de un resplandor espeso entró como una noche luminosa. Apretando en los párpados una sensación de alivio, mis recuerdos parecieron ordenarse cronológicamente hasta generar en la mente la retrospectiva de mi vida. Comenzando desde aquel primer recuerdo, la mañana fresca en el parque de mi casa de la plata, el aroma a margaritas, un sonido de abejas, una voz de madre que me estremeció el cuerpo inanimado

Llegó

La dibujó un trazo, la curva de una «a» llegando sinuosa desde su redonda superficie, se me apareció en un brevísimo instante, como un espectro, quebrando esas millones de paredes que construye la conciencia. Remando contra el espesor de los sueños, luchando con las imágenes del dolor diario, mezcladas con personajes inoportunos, esos inexplicables transeúntes nocturnos que ocupan mis historias dormidas.

Preguntó seguramente en alguna esquina creada por la imaginación y peleó con las barreras desdichadas del oportuno recuerdo selectivo. Seguro se perdió y murió varias veces en el intento, pero sus componentes viajan en galaxias, en continentes que flotan en el etéreo universo de mi existencia. Hasta que ese trazo de letra te trajo, como en un viento presuroso hasta mi, en ese milagroso instante en el que volviste a mis recuerdos y te olvidé.

Crucigramas hoy

Buenos Aires, 15 de noviembre de 2010

Querido amigo Sanders,

Escribo esta carta como suscriptor número 1 de su revista Crucigramas hoy para felicitarlo por la creación de tan variados y desafiantes crucigramas, no está de más subrayar su capacidad intelectual y el amplísimo conocimiento que usted prodiga del lenguaje, sin obviar por supuesto de la tantísima cantidad de palabras que he aprendido a raíz de su revista. ¿Lo ve? Nunca hubiera utilizado raíz en esta oración si no fuera gracias a usted, y es por ello que le agradezco. Sin embargo, no puedo dejar de hacerle notar, si usted me lo permite, que en el número 12 de este año, su crucigrama central tenía un error, en la 24 horizontal, usted pone como referencia lo siguiente: adj. Que tiene costra. Prolijamente, ubiqué en los 9 cuadros libres las letras correspondientes a la palabra CRUSTACEO, pero al completar la 18 y 19 vertical, que se correspondía en dos casilleros con la 24 horizontal, me encontré con que ésta palabra no podía estar correcta, la T de crustáceo se oponía por completo a Zeus, 18 vertical cuya referencia era Dios del Sol, pensé que quizás se trataba de una reinterpretación de la mitología griega, por ello añadí la T en Tzeu, creyendo imposible el error y atribuyéndole tal permiso al uso de tan vasta cultura que excede mi capacidad de comprensión, Tzeus podría ser la metamorfosis de un dios picado por el Tse Tse, mosca africana que provoca somnolencia a quienes son picados por ella. Por carácter puramente transitivo, vislumbré el sentido de dicha conjunción de conceptos de su parte, quizás de cierta oposición teológica, referenciando al dios del sol, como a un dios dormido, metafóricamente hablando del los peligros climáticos que el hombre va a padecer producto de las políticas ambientales. Lo cual aplaudí como mensaje, pero desaprobé el uso como vehículo de uno de sus crucigramas, que convino, si me permite la redundancia, en la inconveniencia de  un armado desprolijo y lleno de correcciones.

Saluda atte.

Cristóbal Páez.

—-

Buenos Aires, 22 de noviembre de 2010

Estimado Cristóbal,

He leído atentamente su carta. Desde ya agradezco cada una de sus amables palabras hacia mi persona, es un gran honor contarlo como uno más de nuestros seguidores. No obstante, haciendo referencia a su desatinada observación referente al crucigrama central de la publicación número 12, permítame objetar que si la 24 horizontal fuera  CRUSTACEO  como tan hábilmente supuso, puesto que no dudo ni un ápice de su capacidad, la referencia hubiese sido la siguiente: adj. Zool. Se dice de los animales artrópodos de respiración branquial, con dos pares de antenas, cubiertos por un caparazón generalmente calcificado, y que tienen un número variable de apéndices. Y no, meramente: adj. Que tiene costra. Cuya palabra es otra y no CRUSTACEO. De todos modos, no puedo más que sentir admiración de cómo se las apaño para construir, en su necesidad de completar nuestro difícil crucigrama central (debo decir que tiene una dificultad tan severa que no debería sentirse apenado) una historia tal como la Tzeus y mi intención de buscar en la conjunción del dios del sol y la mosca tse tse, una opinión personal, o una postura política acerca del calentamiento global. Una vez más, lo felicito por tal historia, fue de gran agrado para nuestro equipo ver la vehemencia que usted ha demostrado. Por otra parte, me encantaría enviarle las soluciones en el próximo número, pero usted sabe que es política de nuestra empresa no desvelar nunca un crucigrama central, es justamente lo que nos hace únicos y los mejores.

Saludo cordial

Armando Sanders

Buenos Aires, 25 de noviembre de 2010

Estimado Sanders

Extraño suceso el de ubicar en la 24 horizontal, tan capcioso engaño, como todos quienes amamos los crucigramas (dudo que usted lo tome más que como un trabajo) sé perfectamente que solo en verticales cercanas al final pueden encontrarse tales trucos, y no en una 26 horizontal de 9 caracteres que resulta casi la totalidad de la extensión del crucigrama, por lo cual tener mal esa palabra nos arroja a un mar de dudas (permítame usar la palabra mar en esta oración, teniendo en cuenta su evidente falta de interés por el medio ambiente) en el resto de las verticales. Si dios del sol es Zeus, como todos los mortales con un poco de cultura sabemos, no hallé ninguna palabra (lo busque en la real academia española) que asemeje definición o mejor dicho adjetivación tal como Que tiene costra, a no ser que ésta si sea una metáfora de su propia persona. Y que yo como simplemente “unos más de sus lectores” no haya tenido en cuenta.

Un saludo.

Cristóbal Páez

Buenos Aires, 27 de noviembre de 2010

Hola.

No dudo que haya llegado a tal conclusión, sobre todo si usted no sabe contar, como supongo que sucede, porque si usted supiera, sabría perfectamente que SANDERS contiene 7 letras y el espacio  en el crucigrama es de 9, por lo cual, más allá de sus sesudos intentos, sigue sin completar nuestro crucigrama y lejos está de saber esa palabra que al igual que muchas otras cualidades le están faltando. Ahora, si será suertudo, que una posible respuesta ha estado frente a usted todo el tiempo: C-R-I-S-T-O-B-A-L  9 letras, ¿entra justito no?  y diría que hace honor de la referencia dada.

 Buenos Aires, 28 de noviembre de 2010

Brillante observación, evidentemente Cristóbal al poseer 9 letras es ubicable en espacio, pero no en contexto, fíjese sin embargo que si de espacio y contexto hablamos, yo me encuentro en este momento en la puerta de su casa tocando timbre, si, ese ruidito que ambos estamos oyendo ahora, y sepa también que en mi afán por completar su crucigrama he descubierto la tan ansiada palabra correspondiente a la 24 horizontal: ASESINATO, 9 letras ajustables a su referencia. Que tiene costra, como usted en este momento, ¿Lo ve? Claro que no.

Arte liso

La música es un gran invento, Mozart, Schubert, Vivaldi, Astor Piazzolla, sin lugar a dudas, grandes genios; las artes plásticas nos han deslumbrado, artistas como Miguel Ángel, Andy Warhool, Picasso, Pollock, realmente supieron marcar una diferencia; y qué hablar de Cervantes, Dostovieski, Borges, Kafka, por nombrar sólo a algunos de los maestros de la literatura universal: qué tienen todos estos monstruos en común, además de su genial inventiva y sensibilidad humana. Pues a todos se les arrugaba la ropa al doblarla.

Sin ir más lejos, Cortazar se exilió a Paris en busca de perchas inteligentes, que alisaban sus pantalones pinzados, muy indóciles a causa de la humedad porteña. Las biografías más exactas y discutidas sobre Kafka, hablan de su obsesión con las mangas de las camisas escocesas, su catálogo de perchas llegó a las 678, casualmente el número de páginas de dos de sus libros más importantes: “Las telas imperdonables” y “Susurros de almohada”. Que nunca fueron publicados. Pollock tenía la rara costumbre de dormir sobre su ropa, decía que un planchado humano no sólo alisaba la delgada superficie de las telas sino que además relajaba el alma, desmarcándola de impurezas, claro que su mujer no estuvo muy de acuerdo cuando fue obligada a dormir en la pieza de servicio.

En un compilado de obras de Dali, entramadas en sus formas, similares a arrugas irregulares e imprevistas, podemos vislumbrar la pesada carga que significaba para él éste trauma, poco le importaban las manchas de pintura en su ropa, pero cuando de arrugas se trataba, estiraba sus bigotes hasta darles ése simpático toque que en secreto ocultaban un histérico espasmo.

Hay quienes dicen que todos sus fantásticos inventos no son más que involuntarios equívocos en su búsqueda de una máquina de planchar perfecta. Pero también hay quienes dicen que un ser se elevó de entre los muertos y resucitó para ser el salvador del universo e hijo del creador del mismo. No sé si una idea promueve la credibilidad de la otra, pero sí podemos argüir que el ser humano en su afán de tener un almuerzo entretenido es capaz de inventar ésta y otras historias.

Este estudio minucioso a través de los años, unidos por una problemática que tuerce los cuellos, afloja los brazos y contrae miradas ajenas convirtiéndolas en prejuicios, no quedó como mal de una época. Hasta hoy dia, las arrugas en la ropa construyen murmullos, en tallos que se bifurcan en irrepetibles y eternas ramificaciones, de infinitas e imperceptibles repercusiones en la vida.

Edgar Allan Poe en su poema El Cuervo, lo retrata como nadie. En uno de sus párrafos más resonantes dice:

“…Y el crujir triste, vago, escalofriante de la seda de las cortinas rojas llenábame de fantásticos terrores jamás antes sentidos.”

Es indudable que a Poe le aterraban las arrugas, en este caso, las de sus cortinas, que bien sabemos son capaces de construir formas que sumadas a la lisergia del sueño pueden despertar de un susto al muerto más muerto y de matar al vivo más vivo.

Algunos críticos literarios y amos de casa han descubierto que en la escritura y el planchado hay muchas similitudes, planchar una camisa por ejemplo se asemeja a un cuento de Borges, por su complejidad y laberíntica estructura, con redondeos botones gramaticales; una polera, bien podría ser un relato de Stephen King, arrugando el cuello hasta la asfixia de suspenso.

En mi caso particular, experto en palabras y un dotado verbalizador de telas, logré un planchado promedio que se expresa sutil, entre la suavidad de unos jeans nuevos, y el eufemismo de un estornudo sobre la pantalla del ordenador. Pero como un dia me dijo un gran amigo tintorero: “Las arrugas son como las mujeres que te toman de la mano en una primera cita, podés soltarla, pero lo vuelven a intentar en la siguiente cuadra”.  Yo le contesté que me gustaban ese tipo de mujeres. Se ofendió tanto que nunca más me habló, y ahora plancho mi propia ropa.